La casa lobo: Fábula endemoniada
Tuve un sueño, que no era del todo un sueño.
Lord Byron
En La casa lobo (2018), opera prima del dúo chileno León-Cociña (Cristóbal León y Joaquín Cociña) se mezclan sueños-pesadillas con cuentos infantiles para construir a través de la historia de María una interesante reflexión sobre uno de los hechos más infames en la historia reciente de Chile, el caso Colonia Dignidad.
Colonia Dignidad es el nombre de una secta alemana que a partir de los años sesenta radicó al sur de Santiago. Apartada de cualquier contacto con el exterior por considerarlo impuro se convirtió en lugar para la realización de una serie de crímenes entre los que destacan el abuso sexual y psicológico de menores de edad.
En un principio, la película se muestra como un documental propagandístico de la vida en la comunidad cuya finalidad es desmentir los rumores que se dicen sobre ella, consecuencia en su mayoría de la ignorancia, para después tomar la historia de un aparente cuento de hadas: María, que se ha portado mal, decide escapar al bosque y es perseguida por un lobo.
La niña encuentra refugio en una casa deshabitada en medio del bosque. Los únicos huéspedes son dos cerditos que adopta como mascotas y que posteriormente tomarán forma de humanos: Ana y Pedro. León-Cociña se valen de viejos relatos en los que los animales pueden tener conductas humanas para darle forma a su fábula de lo siniestro.
Esta fábula de lo siniestro, como en sus trabajos anteriores (los cortometrajes Lucía [2007], donde además participó Niles Atallah, y Luis [2008]), enfatiza el estado psicológico de sus protagonistas, es decir, no hace una descripción minuciosa al espectador de las vejaciones sufridas e incluso ni de la temática, sino que las infiere mediante el comportamiento de los personajes (“No me gusta dormir, sueño cosas, me acuerdo de los otros niños que vivían conmigo y de las montañas y los castillos y me despierto llorando”). Todo sucede dentro de la cabeza de María, razón por la que todo se confunde entre lo onírico y la realidad.
Así La casa lobo está lejos de convertirse en un film morboso sobre lo sucedido en Colonia Dignidad, sino que se aprovecha de lo fantástico para evidenciar la atrocidad. Habla de lo general a través de lo subjetivo, en ese sentido, el cine de León-Cociña es un relato desde la subjetividad, que da rienda suelta a la idea de la niñez perdida y de la adultez prematura, mediante la narración que María sostiene con ella misma y con los objetos a su alrededor.
La estética de la película convierte a las paredes en personajes y es en ellas en donde se desarrolla gran parte de la acción. Los cuerpos pasan de un tamaño normal a ser extremadamente grandes, de estar en un medio plano a uno bidimensional, la pintura y diversas artes plásticas son vehículos para ir de un lado a otro, el bosque se convierte en casa, la casa en bosque… Da la sensación de un plano secuencia eterno en el que se observa el paso del tiempo en los objetos, que tiene de cierto algo de la Alicia (Něco z Alenky, 1988), de Jan Švankmajer.
Sin embargo, lo que en Švankmajer es surrealismo puro, en La casa lobo es simbolismo religioso, como cuando María revive a sus hijos, otrora cerditos, con la magia de la miel y cantando con ellos en un altar durante una especie de ritual; es también, referencia a la niñez y sus más profundos temores, como la presencia del lobo para representar el maltrato infantil.
La categoría freudiana de lo siniestro toma forma al usar la fábula y el cuento de hadas como el hilo conductor del relato, así algo que es aparentemente normal dentro del género, poco a poco se vuelve más extraño, como los niños Ana y Pedro que se revelan ante la autoridad de María, no la dejan salir, la amarran e incluso tratan de comérsela, para que finalmente la atormentada madre/doncella pida socorro al lobo: “Necesito que alguien me cuide… Ven a soplar, soplar y esta casa derribar”. Así la fábula de lo siniestro culmina como una reinterpretación de una tradición literaria que viene desde Caperucita roja hasta Los tres cerditos y el lobo feroz, en la que el lobo puede resultar como héroe y los cerditos como villanos.
La casa lobo. Chile / Alemania, 2018. Dirección, fotografía y animación: Joaquín Cociña y Cristóbal León. Guión: Joaquín Cociña, Alejandra Moffat y Cristóbal León. Diseño de sonido: Claudio Vargas. Voces: Amalia Kassai (María), Rainer Krause (lobo). Producción: Niles Atallah y Catalina Vergara / Diluvio y Globo Rojo Films. 75 min.
Cristian Axl Flores Islas estudió Comunicación y Periodismo en la Facultad de Estudios Superiores Aragón, de la UNAM.