Un día más con vida: Entre la guerra civil de Angola y la consciencia de Kapuściński

Italo Lorandi

El pasado no existe. Sólo existen sus infinitas interpretaciones.
Ryszard Kapuściński

En el 2018 llegó al Festival de Cannes Un día más con vida del director español Raúl de la Fuente y el director/animador Damian Nenow. En esta película cuidadosamente animada no sólo adaptaron el libro homónimo del histórico periodista polaco Ryszard Kapuściński, donde se relatan las memorias del autor respecto a los últimos tres meses de guerra civil en Angola en 1975, sino que a través de una metodología documental traen al presente lo sitios y personajes claves en la historia.

Esta producción rompe con los moldes típicos de la película, la animación y el documental para mostrar una mezcla homogénea entre el retrato histórico y narrativa poética; política y psique; pasado y presente. Toma distintos elementos y formatos como son el uso de animación, acervo foto/videográfico y entrevista.

Un día más con vida, a través de su animación hiperrealista, intercalada con entrevistas y tomas “actuales”, complementa el libro de Kapuściński y, a su vez, refleja la historia y herencia de este conflicto en Angola. El material de origen cuestiona, desde la intimidad del reportero, su propio papel en un combate en el que se va adentrando tanto literal como metafóricamente.

El filme inicia con el narrador, Kapuściński, quien nos empapa del contexto social de un país dividido en dos grandes facciones y a su vez, el contexto político internacional, regido por una tensión creciente, que convierte a Angola en uno de los últimos tableros de ajedrez de la Guerra Fría. Así, el polaco nos lleva de la mano desde el éxodo, donde parte de la población blanca escapa del país al sentir que se acerca el fin de la guerra, hasta el frente de combate, al sur, donde la inminente invasión sudafricana se mantiene bajo un velo de incertidumbre. Durante esta travesía, la audiencia y el narrador, se ponen del lado del Movimiento Popular de Liberación de Angola y son espectadores de las masacres, del heroísmo, de la desolación, de la confusão.

El diseño de los personajes y los paisajes hacen tangible la voz del autor, quien se sitúa deliberadamente en un punto medio entre el profesionalismo periodístico y las reflexiones poéticas de la moral. No sólo vemos al país a través de los ojos del reportero, sino que escuchamos la perspectiva de aquellos que sobrevivieron. Particularmente, las transiciones entre la animación y las tomas actuales logran poner en claroscuro el paralelismo entre estas locaciones separadas por más de cuatro décadas. Uno concluye que así como es el caso de muchos otros conflictos, el fin de éste no supone un cambio de página sino una cicatriz imborrable.

La animación dirigida por Nenow es, sin lugar a dudas, un gran acierto, no sólo por lo cuidado que se ve en los detalles, sino porque la elección de colores y texturas combinan con el tono de toda la película. La estética sobria y volátil nos recuerda a trabajos como: Vals con Bashir (Vals im Bashir, Ari Folman, 2008) o Chico y Rita (Fernando Trueba, Javier Mariscal y Tono Errando, 2010). El diseño de los personajes, que parecen casi reales, nos permite empatizar con ellos y reconocerlos fácilmente; mientras que las locaciones parecen fotografías desdibujadas que hacen honor al carácter imponente del paisaje africano.

La dirección de arte en la animación juega satisfactoriamente con las tomas. Por momentos las tomas parecieran emular al camarógrafo con cámara en mano y en otros rozan el surrealismo llevándonos a un plano de reflexión y pesadillas. Y precisamente en aquellos momentos de proyeccion emocional, la libertar creativa se despliega brindándonos imágenes llenas de color y movimento en donde la animación hace gala de sus atributos, el resultado nos lleva a ese mundo, borroso y de ensueño, que resulta ser nuestra propia percepción de la realidad

La música, que incluye jazz tropicalizado y ritmos africanos, envuelve y potencia la vida que transmite esta historia. Cabe mencionar la escena donde mientras que los reporteros se dirigen, desde la caótica pero segura Luanda, al infierno del sur donde se resuelve el combate, escuchamos aquella canción setentera diciendo “America / You ever think this world is yours, eh? / And you Russia / You ever think this world is yours?” al son de un folk/funk.

De la Fuente logró contactar a aquellas figuras claves en la historia. Así, escuchamos a un Artur Queiroz, un Luis Alberto Ferreira y un Joaquim Farrusco envejecidos, cuya perspectiva del pasado nos permite conectar con sus versiones animadas. Al mismo tiempo, el espectador comienza a notar la ausencia de aquellas figuras que ya no tienen la posibilidad de hablar. En especial es evidente el papel de Carlota, la joven y carismática guerrillera, que toma mayor peso a través de su muerte en combate. Su voz logra alzarse a través de nuestro narrador quien cumple su promesa a Carlota, quien le dice al periodista: “Asegúrate de que no nos olviden”.

Por momentos puede sentirse un exceso de sentimentalismo y romantización de los personajes; hasta un punto que me resultaría difícil defender. Evidentemente estamos viendo la mejor cara de los personajes. Además, tratamos con la exageración intrínseca de las memorias. Estos hombres y mujeres representan el ideal de un pueblo y si empatizamos con su causa sería raro no engrandecer sus figuras. En lo personal en el lugar del director, de igual forma, me hubiera sido difícil mostrarlos de otra manera.

Al final de la historia, el dilema entre la estricta ética profesional del periodista y el activismo movido por la empatía culmina poniendo al protagonista en una situación única. En sus manos hay información que afectaría el curso de los acontecimientos y en su conciencia recae la elección de compartirla al mundo y cambiar la historia. Este dilema toma mayor peso, pues durante el filme somos testigos de las atrocidades de la guerra y nos percatamos de que la decisión del protagonista va más allá de los intereses políticos: en ella recae la vida y la muerte de cientos de personas.

La resolución de los acontecimientos podría hacernos sentir satisfechos. Se recompensan los ideales heroicos, triunfa la Independencia. Sin embargo, a continuación, Queiroz, 40 años después pregunta: “¿Dónde está la sociedad igualitaria?… ¿Dónde está la revolución?”. En realidad, las cosas no cambian, las victorias no son más que el equilibrio que perpetúa al sistema. Lo único que queda es: un día más con vida.

La propuesta estilística de la animación trasciende como metáfora de aquello que nos imaginamos pero no vemos en realidad y hace de esta película una experiencia indiscutiblemente genuina. Al mismo tiempo que sitúa a este filme por encima de otros puesto que la dirección de animación logró mostrar las atrocidades de la guerra sin rozar el morbo, pecado común en otras películas del género. En conclusión, este proyecto absorbe sin pormenores la marginada subjetividad del humano, los beneficios de la animación y una precisión documental para brindarnos una visión integral de un conflicto cuyas consecuencias son aún tangibles, de personajes entrañables que aún muertos permanecen en la memoria y de reflexiones éticas y existenciales que se mantienen vigentes.

Un día más con vida. España / Polonia, 2018. Dirección: Raúl de la Fuente y Damian Nenow. Guion: Raúl de la Fuente, Amaia Remírez, Niall Johnson, David Weber y Damian Nenow Fotografía: Raúl de la Fuente y Gorka Gómez Andreu. Música: Mikel Salas. Edición: Raúl de la Fuente. Sonido: Martí Albert. Con: Artur Queiroz, Luis Aberto Ferreira, Carlota Machado, Joaquim Farrusco y Miroslaw Haniszewski. Producción: Amaia Remiíez y Jarek Sawko / Platige Films, Kanaki Films

Italo Lorandi

Estudia Biología en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ganó el 3er lugar del concurso «Leamos la ciencia para todos 2020-2022» del Fondo de Cultura Económico en la categoría de ensayo.