Por un cine y una realidad sin fronteras

Valeria de los Ríos Escobar y Pedro Adrián Zuluaga

La convocatoria de textos para esta tercera edición de Pulsar incitó a pensar un espacio que los editores de la revista acordaron nombrar –retomando a Yulene Olaizola– como “La no frontera”, un espacio indeterminado (Bernini) donde, si nos quedamos sólo en el territorio del cine, resulta infructuoso establecer límites claros entre documental y ficción. Esa decisión, para un número de la revista que se publica después del encierro y el disciplinamiento derivados de la pandemia del COVID-19, comporta una especie de declaración de principios: ante futuros cerrados, pensar la utopía de un mundo con menos muros y un cine abierto a contagios, mezclas y contaminaciones.

Los textos recibidos y evaluados –de los cuales se publican siete– abordaron la idea de no frontera desde encuadres muy diversos. Fue reconfortante observar el despliegue de una cartografía sin líneas temporales o espaciales definidas y que nos invitó, por ejemplo, a remirar obras como La edad de la Tierra (A Idade da Terra, 1980) de Glauber Rocha, La Isla de las Flores (Ilha das Flores, 1989) de Jorge Furtado o Agarrando pueblo (1977) de Carlos Mayolo y Luis Ospina. Estas tres películas paradigmáticas del cine latinoamericano pusieron en crisis –cada una a su manera y en su momento– los lugares establecidos y desafiaron la supuesta estabilidad de los géneros. ¿Es posible, no obstante, leer estos textos audiovisuales con ojos distintos a los del pasado o desde perspectivas actuales o renovadas?

La crítica “La no frontera del montaje” de Ofelia Ladrón de Guevara, pone en el centro a la técnica y la repetición como modo articulador del relato en La isla de las flores, al mismo tiempo que le asigna un rol activo al espectador. El análisis de la estética del sueño en La edad de la Tierra de Rocha subraya el carácter de film-ensayo o de documental performativo de este trabajo, que apunta a la hibridez y a la indeterminación, especialmente en relación con las temporalidades y el uso poético del lenguaje hablado. Para Francisco Elinaldo Teixeira, en La edad de la Tierra Rocha llevó a su mayor intensidad un aspecto de su obra que surgió con la película Cáncer (Câncer, 1968-1972) y que elaboró de nuevo en el cortometraje Di-Glauber (1977): la conjunción de lo experimental con lo documental y el ensayo. Camila Sánchez Mejorada Buen Abad, en su texto sobre Agarrando pueblo, transita por los distintos niveles de interpretación que abrió en su tiempo el célebre mockumentary de Mayolo y Ospina, aunque sin actualizar los términos de la ardua discusión que provocó. Por fortuna, en el contexto actual del cine colombiano se va abriendo de forma paulatina el archivo de trabajos audiovisuales –especialmente cortos condenados sumariamente como pornomiseria– que esta película, con su saludable furia crítica, eclipsó.

En el texto sobre Quién lo impide (2021), de Felipe Gómez Pinto, las referencias hoy ineludibles a Jean-Luc Godard dan cuenta de un trabajo en el que se borra la distinción entre lo profesional y lo amateur, y donde las cosas y espacios –lo supuestamente objetivo– se vuelven afectivos. Un giro similar ocurre –según Italo Lorandi– cuando percibimos la combinación de metraje documental y animación en Un día más con vida (2018), traslación a la pantalla de las memorias del célebre periodista polaco Ryszard Kapuściński y de su cubrimiento de la guerra de Angola. Para el autor del texto, la película logra una mezcla de retrato histórico y narrativa poética, política y psique, pasado y presente.

En el análisis del trabajo de Julio Hernández Cordón y Nicolás Pereda aparece la noción de “lo fantasmal” como disolvente de las estrictas distinciones entre lo real y lo imaginario. Las referencias a las teorías formativas de la fotogenia de Epstein y Delluc, establecen un nexo con la historia del cine, pero en su versión contemporánea la mezcla entre registro directo y escenificación, o la emergencia intermedial del dibujo en Hasta el sol tiene manchas de Hernández Cordón, genera –a juicio de Cristian Galicia– un “virtual cinematográfico” en el que las clasificaciones genéricas se vuelven irrelevantes.

Con la obra Gosila, de la artista puertorriqueña Beatriz Santiago Muñoz, este número de Pulsar abre otra frontera para el análisis: el videoarte. Guillermo Rojas Boehler, autor del texto sobre esta instalación, muestra cómo lo digital y lo análogo (digitalizado) se combinan en una proyección a través de un trozo de faro roto tras los huracanes Irma y María en Puerto Rico, lente inusual que remite al ojo cortado de la primera secuencia de Un perro andaluz. La instalación evidencia por un lado la materialidad del cine y por otro, lo que queda después del desastre, subrayando el potencial de las imágenes para suscitar conceptos e ideas.

Agradecemos la invitación a participar de este proceso en un contexto postpandémico. Asimismo, celebramos el carácter pedagógico de esta publicación y su invitación a revisitar el pasado, evaluando el presente sospechando siempre de delimitaciones y categorías fijas. La escritura sobre el cine desde una perspectiva crítica o académica –y desde nuestros particulares contextos en Latinoamérica y el Caribe– permite no sólo pensar el mundo que nos rodea, sino formar una comunidad que sigue borrando fronteras.

Valeria de los Ríos Escobar

Es Profesora Titular del Instituto de Estética de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Actualmente desarrolla un proyecto Fondecyt titulado “Ficciones del Antropoceno: Nuevos materialismo, (post)naturaleza, escala y temporalidad en la literatura y audiovisual latinoamericanos”. Sus libros más recientes son Vida animal: Figuraciones no humanas en el cine, la fotografía y la literatura (2022) y Metamorfosis: Aproximaciones al cine y la poética de Raúl Ruiz (2019).

Pedro Adrián Zuluaga

Crítico y periodista colombiano. Actualmente es curador de la Muestra Internacional Documental de Bogotá-MIDBO y columnista de Diario Criterio. Fue director de programación del Festival Internacional de Cine de Cartagena-FICCI y editor de la revista Kinetoscopio. En 2018 recibió el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en la categoría “Crítica en prensa”. Ha publicado, entre otros, los libros Cine colombiano: Cánones y discursos dominantes (2013) y Todas las cosas y ninguna: En busca de Fernando Molano Vargas (2020).