La mujer del puerto

Acompañamos el texto de Luz de Alba (Cube Bonifant) elegido por Ángel Miquel con esta crítica que la periodista realizó a una de las primeras películas mexicanas de gran importancia, tanto para reforzar nuestro interés en Iberoamérica como para dar una muestra de su rigor hacia el cine mexicano.

[La mujer del puerto e]s la primera película nacional que verdaderamente merece el calificativo de excelente, o por lo menos puede aplicársele a una parte de ella. 

Mejor dicho, sólo tiene verdaderas cualidades artísticas como etapa del film.  

Los primeros rollos, que vienen a ser las medias suelas que trataron de ponerle al cuento de Maupassant, son algo tan falso y afectado como todo lo que sale de los cerebros cinematográficos nacionales.  

Ni se logra hacer ambiente, ni pintar caracteres, ni ahondar en problemas, ni nada. Salvo, claro está, echar a perder celuloide, que es, hasta la fecha, lo mejor que han hecho nuestros cineastas.  

El principio del film es sencillamente malo. Se trata de una cátedra de besos que desgraciadamente los cinematófilos no podrán aprovechar, porque tienen mejor escuela en el cine norteamericano. Las escenas subsiguientes son totalmente inútiles y vulgares; de ellas sí se destacan la fotografía y la actriz.  

La muerte del padre, el carnaval, el entierro resultan tan postizos como las tragedias cómicas que realiza Chano Urueta.  

Cuando verdaderamente comienza la cinta es donde principia el relato de Maupassant. ¡Por qué no hicieron toda la película exclusivamente sobre el material del cuento? ¿Por ventura les pareció poco?  

¡Ah! Es que nuestros genios cinematográficos deben de haber opinado que de un pequeño de seis o siete hojas no puede hacerse una cinta. Además se sintieron con el talento suficiente para remendar al mejor cuentista francés, y por eso le agregaron una parte completamente estúpida y aun modificaron el propio cuento, sobre todo en el final, de una delicadeza inaccesible, sin duda, para el adaptador.  

¿Por qué ese afán incomprensible de corregir, sin talento, lo que está escrito con talento? ¿No es ya demasiada tragedia lo que ocurre entre Francisca Duclos y su hermano Celestino –en la cinta Rosario y Alberto Venegas– sino que todavía hay que arrimarle otra?  

La labor de Boytler (¿o será del codirector Sevilla?) es nula en la parte agregada al cuento. Su trabajo no está más arriba que el de los demás directores, que se caracteriza siempre por su falta de vigor. Pero en cuanto comienza la narración del puerto, Boytler es otro. Tres, cuatro escenas bastan para darse cuenta de que se trata de un director y no de un ensayista. El misterio de semejante cambio, que puede explicarse quizá por el hecho de que primero no tenía asunto en que apoyarse y después sí, es cosa que no nos interesa profundizar. 

Sus dotes de director están por encima de toda duda. Se ve que conoce el uso y el valor de cada uno de los elementos que integran la impresión de una cinta. En la mayoría de las escenas (nos referimos exclusivamente a la segunda etapa del film, única digna de tomarse en consideración) se adivina la presencia de un sujeto que sabe convertir en realidad lo que es ficción (en eso consiste el arte cinematográfico) y valorizar las cualidades de la obra. Su reproducción del ambiente que pinta Maupassant está llena de vigor. Puede decirse que toda esa parte constituye los primeros síntomas de vida que da el cine nacional. ¡Y naturalmente tenía que ser un extranjero el que viniera a enseñar a los nacionales cómo se hacen películas! Magnífica lección para los que a todo trance pretenden sostener un patrioterismo cinematográfico, frecuentemente basado en la estupidez y la ignorancia.  

Vale artísticamente mucho más que la Vélez y la Dolores del Río, que valen poco, infinitamente más que las actrices del cine nacional. ¿Para qué imitar a nadie? Tiene figura interesante, es expresiva, de ademán fácil, habla bien. En una sola película se ha puesto en el primer lugar de las actrices. ¿A qué pretender, entonces, parecerse a Marlene dentro y fuera del cine?  

Todos los actores que trabajan en las escenas hechas en Veracruz están manejados por Boytler en forma poco acostumbrada en el cine nacional. En fin, que esa parte de la cinta a que venimos refiriéndonos es lo primero decente que se hace en el país (al Departamento de Diversiones también le pareció decente el espectáculo y no prohibió que lo vieran juntos hombres y mujeres, quizá porque son los temas y exposiciones poco escabrosos los que le parecían inmorales) desde el punto de vista literario y técnico.