Cartografías y escrituras en Pulsar

La escritura y el cine tienen un encuentro permanente al plantear tramas y narrar historias con palabras que más tarde se convierten en imágenes. Después de alcanzar las pantallas, el lenguaje fílmico regresa a las letras en el ejercicio de la crítica, con la argumentación, el análisis y el desmontaje del dispositivo de una película. A través de luces, sonidos, actuaciones y objetos puestos en escena, diálogos y silencios, las películas tienden puentes y enigmas que descifran los espectadores.

La primera convocatoria que lanzó Pulsar fue bien acogida en varias cartografías, de donde proviene la selección que ha conformado este número, a través de textos que muestran la diversidad de cines y miradas de nuestro continente. Las principales coordenadas del cine latinoamericano quedaron representadas, pero nos falta mucho por conocer, matizar y recorrer a través de regiones enteras todavía. No obstante, el abrir rutas hacia paisajes donde conviven las subjetividades, nos permite apreciar ángulos y poner el énfasis en usos poco frecuentes y giros en los tratamientos y los tonos, pero también cuestionar las soluciones que tomaron los autores.

A su vez, la resolución de una crítica cinematográfica requiere la calidad en el abordaje y profundidad de la disección del film. Los trabajos premiados y los seleccionados, permiten aproximarse a temas desconocidos y ensanchar nuestra coyuntura actual fuera de los lugares comunes, aquilatando exponentes como el argentino Marco Berger que ha rebasado esquemas del cine queer o revisitando clásicos que permanecen desconocidos para los nuevos públicos y que merecen ser examinados con un lente afilado, como Araya (Margot Benacerraf, 1959), documental sobre las faenas de la sal en el estado venezolano de Sucre. El cine también es una herramienta invaluable como borrador, espejo y traza para producir las metáforas e invocar al juego como ingrediente esencial del viaje y el descubrimiento, como hace ver Mapa (León Siminiani, 2012).

A las subversiones de los cineastas, también se le suman las plumas críticas hacia la poética fílmica, desnudando las sutilezas que muestran que los géneros son susceptibles de pensarse, ensancharse y de contextualizarse con puntualidad y profundidad. Las revistas de cine proponen una reunión virtual a través de sus páginas, que surge del impulso en la butaca y a través de la letra se extiende a los lectores, en una conversación que guarda a su vez el pulso de su tiempo. Cabe desear que este pulsar llegue muy lejos.

Es evidente que el diálogo que la revista Pulsar pretende iniciar con sus lectores refleja, en parte, la conversación que por largo tiempo se ha visto interrumpida entre las diversas cinematografías de nuestro hemisferio iberoamericano, y que por fortuna los festivales de cine han contribuido a reactivar intensamente. Hasta hace poco, el trabajo de acercamiento de nuestros cines se hacía a través de la obra de historiadores y académicos que procuraban establecer vasos comunicantes entre las vanguardias fílmicas, ya fuera del llamado cinema novo brasileño y sus resonancias en el cine de Perú, México o Colombia, o en la revisión historiográfica de las dos grandes industrias fílmicas en el continente en un análisis comparativo de lo que había sido la llamada Época de Oro del cine mexicano y la importantísima producción argentina de los años cuarenta, prácticamente desconocida en México.

Sin embargo, a pesar de ese continuo interés académico, los públicos nacionales conocían muy poco del cine que realizaban los países vecinos. Paradójicamente, muchas décadas después, la situación sigue siendo esencialmente la misma hoy, a pesar de las oportunidades que ahora brindan las nuevas tecnologías en materia de flujo de informaciones. Muchos espectadores siguen ignorando lo que se produce en otros países de habla hispana o portuguesa y las carteleras iberoamericanas se muestran continuamente saturadas por la hegemonia de la oferta hollywoodense, con una presencia apenas relevante de la producción local. Si a ello se añade la virtual desaparición de muchas revistas de cine y la continua reducción de los espacios en los medios impresos para la crítica cinematográfica, las condiciones parecerían poco propicias para alentar el diálogo entre las cinematografías del continente. Por fortuna, las discusiones académicas y las proyecciones independientes de cine proliferan de un modo inusitado en los festivales y en las redes de cine clubes. Gracias a esos espacios se conoce el cine de los argentinos Lisandro Alonso o Lucrecia Martel, de los mexicanos Amat Escalante o Nicolás Pereda, del colombiano Ciro Guerra, o la persistencia crítica de un cine brasileño asediado por los autoritarismos. En el cometido cultural de la revista Pulsar se advierte el deseo de tomar en cuenta esa gran efervescencia de creaciones fílmicas latinoamericanas sin destinatarios seguros en las carteleras comerciales, pero con horizontes muy amplios de distribución y debate crítico en los circuitos de exhibición alternativos, en las redes sociales y en las publicaciones independientes. Tomarle el pulso a esta realidad cultural rápidamente cambiante, contradictoria y novedosa, propiciar el diálogo entre las creaciones fílmicas del ámbito iberoamericano, y fomentar el auge de una nueva crítica cinematográfica atenta a la complejidad de estos desafíos. Tal parece ser lo que mejor anima a los festivales de cine y a proyectos editoriales tan estimulantes como el de esta revista que busca ser una plataforma de pluralidad intelectual y de resistencia artística.


Carlos Bonfil es crítico de cine en el diario La Jornada. Realizó estudios de letras francesas en la Universidad de París IV Sorbona. Fue profesor en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y posteriormente se inició en el periodismo cultural. Es autor de los libros A través del espejo: el cine mexicano y su público (en co-autoría con Carlos Monsiváis, 1994), Al filo del abismo: Roberto Gavaldón y el melodrama negro (2016), y coordinador de Hoy grandioso estreno: El cartel cinematográfico en México (2011).


Gabriel Rodríguez Álvarez es licenciado en Ciencias de la Comunicación y maestro en Historia del Arte, con especialidad en Estudios sobre cine, por la UNAM, en donde es profesor de Sociología del cine en la FCPyS. Ha publicado, entre otros, Manuel González Casanova: Pionero del cine universitario (2009), Cartas a México: Correspondencia de Cesare Zavattini 1954-1988 (2007) y ABCineclub: Guía para entusiastas (2016).