El ciudadano Kane, por Cube Bonifant

Aunque Cube Bonifant (1904-1993) escribió cuentos y poemas e incursionó en la actuación para el cine en la película La gran promesa, dirigida por Carlos Noriega Hope en 1922, encontró su vocación en el periodismo. Durante casi treinta años, esta sinaloense afincada desde niña en la ciudad de México publicó notas para secciones dirigidas a mujeres y columnas de crítica cinematográfica hasta convertirse en una de las más reconocidas periodistas de la primera mitad del siglo. En la introducción a una antología de sus escritos, Viviane Mahieux calcula conservadoramente que entre 1921 y 1949 Bonifant envió unas dos mil colaboraciones a diarios y revistas de la capital.1

En lo que respecta a la crítica de cine, el nombre de Cube Bonifant o sus seudónimos Luz Alba y Aurea Stella aparecieron con frecuencia en el diario El Mundo entre 1922 y 1923, y los semanarios El Universal Ilustrado (o Ilustrado) entre 1927 y 1940, Rotográfico entre 1928 y 1929 y Todo entre 1940 y 1949. Bonifant no fue la primera mexicana que emprendió el comentario periodístico de películas pues, como muestra Patricia Torres San Martín en un libro reciente, la precedió en ese empeño Elena Sánchez Valenzuela. Sin embargo, la sinaloense tuvo una trayectoria mucho más larga que ésta, cubriendo, entre otros procesos, el apogeo comercial de Hollywood, la sorprendente irrupción de las cintas soviéticas y del expresionismo alemán, la incorporación de Ramón Novarro y otros connacionales al cine de Estados Unidos, la transición del silente al sonoro, el lanzamiento de las películas en castellano y la creación de una exitosa industria en México. Pero si tenía constancia y era una acuciosa observadora de lo que importaba, Bonifant no era complaciente. Al contrario, la caracterizaban la honestidad crítica, la agudeza y el rigor en el juicio. Un reportero la definió como “una mujer que piensa (…), dice siempre la verdad, (…) a veces es irónica y cruel y se divierte jugando con las falsas glorias de los consagrados.”2

Junto con otros periodistas, Bonifant dirigió el Ilustrado desde 1934 hasta que, a mediados de 1940, ese importante semanario cultural dejó de publicarse. Entonces tuvo que buscar nuevos horizontes. Un indicador del respeto que se tenía a su trayectoria fue que no pasara a una de las revistas surgidas para apoyar la industria de la “época de oro”, sino que fuera contratada por el semanario de política y cultura Todo, donde escribían José Vasconcelos, Alfonso Reyes y otros autores. Ahí la periodista renunció al seudónimo Luz Alba (como sugiere Mahieux, tal vez para evitar ser confundida con una actriz de teatro y cine que también lo usaba) y escribió bajo su nombre la columna “Entre las sombras que hablan”, que comenzó a aparecer en septiembre de 1940 y se alargó casi sin interrupciones, cada semana, hasta diciembre de 1949. Puesto que en sus colaboraciones comentaba dos, tres o hasta cuatro películas, Bonifant debe haber hecho el registro crítico de unas mil quinientas en esa década. Una de ellas fue El ciudadano Kane, que vio en el Cine Magerit, donde esta primera obra dirigida por Orson Welles fue estrenada el 6 de junio de 1941.

Ángel Miquel

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El ciudadano Kane
por Cube Bonifant

Rara vez logra coincidir la propaganda comercial fílmica con los méritos del producto que recomienda. Ahora, sin embargo, se trata de una excepción: verdaderamente El ciudadano Kane es una película llena de personalidad.

Precisamente el defecto del cinema norteamericano es la falta de ésta. Difícilmente se puede descubrir, a través de un film, al que lo dirige. Lubitsch, por ejemplo, es de los pocos animadores de Hollywood que se dejan traslucir. En cambio, abundan aquéllos que, aunque buenos, carecen de un conjunto de cualidades que los distingan.

Las actividades de Orson Welles como cinematurgo, director y actor de El ciudadano Kane, le abren un amplio crédito en la cinematografía. Tal vez resultaría un poco exagerado llamarle genio, pero no nos quedaríamos cortos si dijéramos de él que es un individuo de condiciones excepcionales para el arte cinemático.

No es, sin duda, en El ciudadano Kane, en donde hemos visto por primera vez la biografía de un personaje narrada a trozos; pero indudablemente es original el estilo del biógrafo al hacer dos relatos diferentes del ciudadano Kane: uno superficial, de índole periodístico y político, para que se le conozca por fuera, y otro de carácter íntimo, para que el público se asome a su alma.

Fácilmente se llegaría a una conclusión sobre el tipo de Welles, y difícilmente se acertaría: pero en realidad, lo más importante, vigoroso e interesante no es Kane, sino el estilo de su biografía fílmica. Admitamos que sin el personaje no habría relato; mas la verdad es que éste engrandece a aquél.

Como director, Welles da preponderancia a la imagen: su estilo es fundamentalmente gráfico. Y tiene la afición de los cineastas franceses por la intervención de la luz. Difícilmente volveremos a ver un juego tan maravilloso de luces y sonidos como el que se exhibe en el film de Marcel Carné El día se levanta; pero la combinación de claros y obscuros que hay en El ciudadano Kane, es una nota pictórica nunca usada en Hollywood. En las escenas de conjunto, Welles despliega un dinamismo escabroso, haciendo resaltar, cerca de la cámara, voces y actitudes que interesa subrayar. Y cuando los personajes en escena están reducidos a corto número, entonces sus actos hablan por sí solos.     

Como actor, Orson Welles es digno de ser el favorito de Orson Welles como director. Su actuación es notable, como lo son el libreto y la dirección de El ciudadano Kane.

Texto aparecido originalmente en Todo (México, 12 de junio de 1941, p. 50).


Ángel Miquel es historiador del cine y escritor. Entre sus libros recientes están Crónica de un encuentro: El cine mexicano en España, 1933-1948 (2016) y la novela Tolvanera (2017).


1 Ver Cube Bonifant, Una pequeña marquesa de Sade: Crónicas selectas (1921-1948), introducción, selección y notas de Viviane Mahieux (México: UNAM, Conaculta, DGE Equilibrista, 2009).

2 Aldebarán, El Universal Ilustrado (5 de junio de 1924): 18-19.

Además de los textos anteriores la presentación se apoya en: Patricia Torres San Martín, Elena Sánchez Valenzuela (Guadalajara y México: Universidad de Guadalajara, Cineteca Nacional, UNAM, Secretaría de Cultura, 2018).